Si por algo se ha caracterizado la acción de gobierno del gabinete de Mariano yalopensarémañana Rajoy durante el 2013 que hemos dejado atrás, es por su esmero en ‘clavarnos’ a impuestos, tasas, cotizaciones y otras exacciones fiscales a los españoles. Un atosigamiento fiscal capitaneado por el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Taxman Montoro, y al que alegremente se han unido otros miembros del Ejecutivo, como los ministros de Justicia –entrada en vigor desde enero de 2013 de las tasas judiciales–, de Industria, Energía y Turismo –nuevos impuestos a la generación vigentes también desde el 1 de enero de 2013– o de Empleo y Seguridad Social –subida de las bases de cotización el pasado mes de septiembre–.
Y es que a veces uno no puede evitar imaginarse las reuniones del Consejo de Ministros discurriendo como aquel delirante sketch de los irreverentes Monty Python titulado Tax on Thingy –impuestos a eso, en español– en la que altos cargos del Gobierno se devanan los sesos en encontrar todo tipo de nuevos conceptos disparatados para gravar a sus ciudadanos.
El último clavo ha sido la publicación el pasado 21 de diciembre de una nueva subida de los impuestos al trabajo cuyos efectos sufrirán en 2014 las empresas, especialmente aquellas intensivas en mano de obra y con márgenes más ajustados, y los trabajadores con los salarios más bajos –aquellos que no superan las bases máximas de cotización–. Así, la ministra Fátima Báñez nos ha colado de rondón un nuevo incremento de las cotizaciones a la Seguridad Social. Lo ha hecho, además, en sábado, en vísperas de Navidad, y como una disposición final deslizada, como quien no quiere la cosa, en un real decreto ley que, para mayor escarnio, reza en su título que es para «favorecer la contratación estable y mejorar la empleabilidad de los trabajadores».
Lo que necesita España no es más recaudación, sino menos gasto público y menos impuestos. Hasta que no entiendan esto, las medidas del Ejecutivo serán un obstáculo más que el sector privado tendrá que continuar sorteando para salir de la crisisY el año 2014 que acabamos de estrenar no parece que vaya a suponer un cambio de tendencia, tal y como dejaba muy claro el propio ministro de Hacienda en la entrevista publicada el pasado lunes en el diario Cinco Días. Así, ante la primera pregunta sobre la futura reforma tributaria, ofrecía una respuesta de tres párrafos en la que casi una de cada veinte palabras era “recaudar” –o alguna de sus formas léxicas–. La obsesión de Montoro por recaudar es digna de psicoanálisis. Todo ello, por cierto, recurriendo como argumento de autoridad a Milton Friedman, atribuyéndole erróneamente el dudoso mérito de ser inventor de la progresividad, tal y como acertadamente le enmendaba John Müller en su columna de El Mundo.
Víctima inequívoca de la ley del instrumento de Kaplan mencionada más arriba, racionalizaba Montoro el “que trate de recaudar más, porque, si no, este país nunca saldrá de la crisis”. Leyendo al ministro, no cabe la menor duda de que todos nuestros problemas económicos le parecen clavos a los que golpear con el ‘martillo dorado‘ de la fiscalidad, como demuestra esta otra perla: “Recaudaremos más en el sentido sano de recaudar más”, que decía sin ruborizarse. Y, para colmo, proclamaba que “el ajuste de la plantilla pública ha concluido”. O sea, que para el titular de Hacienda y Administraciones Públicas ya estamos en el nivel óptimo de asesores, cargos de confianza, directivos de empresas públicas, etc.
Yerra de plano el ministro si así piensa que va a contribuir a que 2014 sea el año del inicio de la recuperación, como su jefe ha anunciado triunfalmente. Antes bien, si se sigue empeñando en lastrar el crecimiento económico con sus políticas confiscatorias, el fin de la crisis no llegará hasta día del Juicio Final –por la tarde– o hasta el día en que Rajoy tome una decisión, lo primero que ocurra. Pues lo que necesita España no es más recaudación, sino menos gasto público y menos impuestos. Hasta que no entiendan esto, las medidas del Ejecutivo serán un obstáculo más que el sector privado tendrá que continuar sorteando para salir de la crisis.
Imagínense, sin embargo, el boom que supondría para la economía española si se redujeran el IRPF y las cotizaciones sociales –para el empleado y la empresa– en un muy conservador 5%. Conque la actividad económica generada por la mayor renta disponible de los trabajadores y los menores costes salariales de las empresas supusiera una mínima reducción de 2 puntos en la tasa de paro –algo que no parece descabellado–, ello supondría un estímulo estimado de 24.000 millones de euros, que irían directos a la economía allí donde más se necesitan. Todo ello con un efecto estimado sobre el déficit de 16.000 millones que podrían compensarse eliminando las subvenciones, además de la reducción ya prevista de los costes financieros por la menor prima de riesgo.
Y las condiciones de contorno son incluso más propicias para acometerlas si se dispone de la perspicacia, pasión y agallas que pedíamos aquí mismo hace doce meses, y que los ciudadanos y empresas han demostrado tener de sobra durante este año, mientras que han brillado por su ausencia en el Gobierno. Si empezábamos el 2013 con la prima de riesgo en 400 y el Ibex en 8.100 puntos, imagínense qué no podrá hacerse en 2014 con la prima casi a la mitad, el selectivo acercándose ya a los 10.000 y un sector exterior pujante. Existen, pues, alternativas al martillo fiscal de Montoro basadas en la reducción de impuestos, el adelgazamiento del Estado y la liberalización real de la economía. Sólo falta que el Gobierno quiera reconocerlas.
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