El explicito entusiasmo por castigar al sector naval español, la discriminación con respecto a Francia, el despropósito de intentar que la construcción naval se centre en el norte de Europa cuando el sur, y muy especialmente España, son mucho más adecuados por clima y mano de obra han vuelto a poner en la picota a Joaquin Almunia el derrotado candidato del PSOE que ha encontrado acomodo en Bruselas y que parece dedicido a hundir el país que, cada vez más, le condiera un traidor.
Su pedantesco desprecio, ante las preguntas de los medios («No es mi problema») sobre las consecuencias que tienen sus decisiones en la vida y el futuro de 87.000 trabajadores del sector, hacen factible la petición de dimisión de un tipo que parece «trabajar para el inglés» y exigir que España pueda sustituir a este personaje por alguién más fiable y menos resentido.
Ya en 2012, cuando proliferaban en medios británicos rumores contra España y que afectaban muy negativamente las reformas emprendidas por el Gobierno o la deuda se publicaron cosas como la siguiente:
Las traiciones de Almunia
Joaquín Almunia tendría que salir inmediatamente al paso, si no quiere que su buen nombre quede manchado irremediablemente.
El comisario europeo de la competencia debería proclamar públicamente, con claridad absoluta, que él no es el autor de las filtraciones que vienen poniendo en solfa la situación económica de España, su país.
Ya cuando se publicó, por Reuters, que el Gobierno español había falsificado datos enviados a Bruselas, hinchando las cifras de déficit, algunos apuntaron a Almunia como principal sospechoso de ser el “alto funcionario” citado por la agencia británica como fuente.
Un nuevo incidente, está vez sí con su nombre y apellido, ha venido a incrementar la desazón.
Resulta que Almunia ofreció el martes un desayuno, presuntamente off the record, en el que afirmó, en plena crisis de la deuda, que España tendrá que acudir al fondo de rescate para recapitalizar la Banca. Reuters distribuyó la noticia, atribuyéndola de nuevo a un “alto funcionario”.
La publicación provocó un enorme enfado de la Comisión y un desmentido rotundo del comisario Olli Rehn.
Las primeras filtraciones, junto con este último episodio, han centrado las sospechas en Joaquín Almunia, al que hay ya algunos que le acusan de deslealtad con su propio país, cuando no de traición, palabra mucho más fuerte.
Lo dicho. Debería proclamar que él no es el traidor. Para quedarnos todos tranquilos.
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