El cine ha sido desde sus orígenes una cosa política. Todavía no había pronunciado sus primeras palabras y ya hacía política: en 1915, Griffith rodó El nacimiento de una nación, una obra que revolucionó la técnica cinematográfica… mientras provocaba una oleada de críticas por su contenido racista y benévolo con el KKK. No contento con eso, al año siguiente el mismo Griffith rodó Intolerancia, un canto pacifista que llegaba en mitad de una guerra, cuando Estados Unidos se debatía entre intervenir o no en aquel conflicto lejano que por entonces todavía era conocido como la Guerra Europea.
Lo cierto es que el invento del cinematógrafo había generado unas enormes expectativas: los pesimistas creían que sería una arma infalible para la manipulación de las masas, con el poder imprimiendo ideología dominante directamente en nuestras mentes, mientras que los optimistas pensaban que el cine derribaría las fronteras, generaría una explosión de empatía y acabaría con la guerra y la desigualdad. La realidad ignoró a unos y otros para elegir, como es su costumbre, un rumbo de acción parsimonioso: no cambiar tanto las cosas. Desde entonces el cine ha sido un vehículo para la propaganda del poder, pero también ha contribuido al cambio social y ha alertado al mundo sobre problemas económicos, políticos y sociales. Pero el cine no solo es político por intención, lo es también por accidente: las películas son un reflejo de la sociedad, de ahí que estén impregnadas con sus ideas, sus miedos, sus preferencias, sus prejuicios… y cómo no, con sus ideas políticas.
El cine y la política están unidos por una relación intrincada, sobre la que podrían escribirse uno y mil artículos. Pero hoy mi propósito no es tanto escribir, como añadir un tercer elemento a la ecuación: datos. Hace unos días, la gente del Cercle Gerrymandering me invitó a participar en una mesa redonda sobre ficción y política, con un encargo especial: que les llevase datos. El resultado es esta indagación «cientifista» sobre la intersección entre el cine, la política y la estadística.
1. ¿Cuándo se rodó más cine político?
Dispuesto a cumplir mi labor detectivesca, empecé abordando una pregunta sencilla: ¿en qué momento de la historia se rodó más cine político? Tenía mis intuiciones, pero quería datos. Para conseguirlos busqué a a Juan Font —que ya me había ayudado a explorar la historia de los géneros cinematográficos— y juntos repetimos aquel ejercicio, ahora con géneros políticos. Tomamos datos de ciento setenta mil películas y calculamos, para empezar, qué porcentaje de los estrenos de cada año pertenecían al género «propaganda».
Pues bien, resulta que el género propagandístico fue un fenómeno propio de la Segunda Guerra Mundial. En los años que duró la guerra hasta el 6% de todas las películas fueron propagandísticas. Lo curioso es que el género murió con aquel conflicto. Como si hacer loas a los ejércitos fuese un truco que solo podía emplearse una vez. Hay películas posteriores que consideramos propagandísticas, pero sus mensajes se volvieron, parece ser, algo más sutiles.
Pero el cine político no se acaba con la propaganda; otro género afín es el «drama político». Un género, que como observarán, creció al avanzar el siglo XX. Creció, sobre todo, en un momento concreto y muy significativo: entre 1965 y 1975. La relación entre cine y política fue especialmente intensa aquellos años. Son los tiempos de la Guerra de Vietnam, pero también de los movimientos por los derechos civiles, del asesinato de Martin Luther King, y del Mayo del 68 francés. Todos esos sucesos coincidieron con un auge del cine político, a veces de propaganda y a menudo de denuncia.
El tercer género que podemos rastrear es lo que en inglés se clasifica como «political cinema». Es una etiqueta menor y más reciente, que creció durante los setenta y explotó a partir del año 2000. No sé explicar ese boom del cine político. Quizá es un artefacto en la base de datos, o tiene que ver con el auge del cine documental. Pero también puede ser una reverberación de los atentados del 11 de septiembre en los Estados Unidos, un episodio que para muchos críticos llenó de política la ficción de medio mundo. Como cuenta Miguel Ángel Huerta, esa influencia puede observarse hasta en películas como La guerra de los mundos, una historia de ciencia ficción, que es en esencia un relato de refugiados en EE. UU. —como el propio Spielberg reconoce—, y que se construye con la imaginería de destrucción, caminantes desorientados y polvo que evoca muy directamente a las imágenes del 11 de septiembre.
2. ¿Cuándo dio que hablar el cine político?
Había averiguado cuándo se rodó más cine de género político, pero eso no decía nada sobre muchas películas que pertenecen a otros géneros y son igualmente políticas. Me pregunté cuándo el cine político había dado más que hablar en general. Pero, ¿cómo averiguar de qué habla el mundo? Pues bien, una forma imperfecta de hacerlo es analizar los libros que se escriben en cada momento. Eso hice, gracias a N-gram, la base de datos de Google que permite consultar millones de libros.
Empecé con el mundo anglosajón y busqué la frecuencia con que los términos «Propaganda film» y «Propaganda films» han aparecido en libros en inglés. La historia de aquellas palabras es clara y nítida. En 1910 esos términos apenas existen; entonces surgen y comienzan su expansión coincidiendo con la Segunda Guerra Mundial; después decaen por veinte años, hasta que Vietnam vuelve a ponerlas de moda. Un último repunte ocurre con el fin del milenio, por motivos que sinceramente no sé explicar.
En el gráfico he representado también otros términos relacionados, «political film(s)», «political movie(s)» y «political cinema». Unos términos que sorprendentemente apenas existían hasta 1965. Hay montones de películas anteriores que consideramos políticas, pero las etiquetas «film político» o «cine político» no existían. Es posible que se usaran otros términos… o quizá el cine político existió mucho antes de tener un nombre.
El ejercicio anterior se circunscribe al mundo anglosajón, pero podemos repetirlo analizando solo libros en español. En este caso busqué el término «cine político». Un término que tampoco existía hasta los sesenta. Surge en esos años, cuando el mundo hispanohablante vivió también una explosión de cine político. Eran los años de Vietnam y Mayo del 68, pero en nuestro país, además, eran los años del final de la dictadura y la transición a la democracia. Fueron años de política y el cine no fue ajeno a ello.
3. ¿Qué películas influyen en nuestras ideas políticas?
Por fin decidí que quería fisgar en mil películas y averiguar dónde había política. Para hacerlo sin pasarme un millón de horas en el sofá, consulté la archiconocida IMDB, donde uno encuentra trescientas mil películas y sus respectivas palabras claves. Quería averiguar qué películas con carga política tendían a ser las más influyentes, así que consulté todas aquellas con la palabra clave «política» y las ordené por popularidad (medida en votos).
El resultado tiene algo de sorprendente: las películas más populares etiquetas como políticas no eran El candidato o Bienvenido Mr. Chance, sino Gladiador, V de Vendetta o Braveheart. En realidad, en la lista solo hay dos títulos genuinamente políticos: Lincoln y Los Idus de marzo. El resto son obras cuyo contenido político es sutil y lateral… aunque reconocible: no es difícil encontrar mensajes en La naranja mecánica, V de Vendetta, Taxi Driver, Zero Dark Thirty o Munich.
Lo que vemos es que el cine es un vehículo para la ideología generalmente de forma lateral, sin necesidad de que por su trama pululen congresistas. Piensen, por ejemplo, en Zero Dark Thirty. Para algunos la obra de Bigelow es propaganda de la administración Obama, una exaltación de la captura de Bin Laden, mientras que para otros es una crítica a las formas brutales de interrogatorio que quizá uso esa misma administración. En realidad la política en el cine puede aparecer donde menos se la espera; prueba de ello son las tres mil palabras que Pablo Simón dedicó a describir el sistema político de la República Galáctica.
La capacidad del cine para influir en nuestras ideas políticas no está necesariamente en películas muy políticas, o comprometidas, ni sofisticadas, sino más bien en películas muy populares, aunque su carga ideológica sea burda, lateral, alegórica y hasta infantil.
4. ¿Cuáles son los temas recurrentes en el cine político?
Aunque hemos visto que la política se encuentra en películas de todo pelaje, es inevitable que algunos temas aparezcan recurrentemente. Para averiguarles eran esos temas volví a la IMDB y recopilé las cien palabras clave que más frecuentemente coinciden con la palabra clave «política». El resultado es la lista que sigue, la de los asuntos que el cine asocia a la política.
Lo primero que queda claro es que el cine político es, primero y sobre todo, cine; y como tal aborda los grandes temas de la ficción: la muerte, el amor, la familia, el sexo, la amistad y la violencia.
Los grandes temas
Pero en la lista encontrarán muchos otros patrones. Verán, por ejemplo, que en ocasiones la política aparece por vías convencionales: en el cine encontrarán políticos, verán disputarse elecciones, vivirán una revolución, habrá gente corrupta… ¡y hasta comunistas! También parece haber bastantes «parties», sin que sepamos si se trata de partidos políticos o fiestas desenfrenadas.
Política convencional
Otros patrones son menos obvios, como el estrecho vínculo que une la política y la violencia. Casi una de cada cuatro palabras en la lista tiene relación con la violencia. El asesinato es, de hecho, la segunda palabra clave más común, solo por detrás de la muerte. Pero además encontramos policías, violencia, armas, sangre, peleas, explosiones, cárceles, suicidios, torturas, disparos, venganzas, cadáveres y muchos funerales. Si conociéramos el mundo solo por su cine, uno se lo pensaría mucho antes de entrar en política.
Política y violencia
Toda esa violencia quizá explique por qué las películas están repletas de gente bebiendo, o borracha, o en un bar. En las películas con política se bebe mucho. Se bebe mucho, pero se fuma aún más. Seguramente ya no es así, pero en el cine tradicionalmente se ha fumando más que se ha bebido.
Además, como ocurre con el cine en general, vamos a encontrar bastante sexo y muchos desnudos. Hasta podemos usar estos datos para detectar un sesgo machista en lo que a gente sin ropa se refiere: si aparece alguien desnudo, casi dos de cada tres veces será una mujer y no un hombre.
Pero lo que más me llamó la atención fue descubrir que el asesinato es una cosa absurdamente frecuente en el cine político. Si en una película política alguien muere, es casi seguro que habrá sido asesinado (99%). Los accidentes y las muertes plácidas son algo anormal en los mundos de ficción.
Política, alcohol, tabaco, asesinatos y desnudos sexistas
Conclusión
La historia del cine es la suma de cientos de miles de películas, y si uno escoge entre todas ellas, puede hacer que esa historia parezca lo que uno quiera. Haciendo cherry picking, uno encontrará películas que apoyan hasta la teoría más rocambolesca: que el cine fantástico americano se politizó tras el 23-F o que los americanos no volvieron a la luna por culpa de Kubrick o Lucas. Por eso construir teorías a partir de evidencias anecdóticas no es buena idea. La alternativa es usar datos y ser sistemático. Por supuesto, este artículo no es más que indagación de juguete, pero sí muestra que los datos están ahí.
Unos datos que apoyan algo ya anticipado: que cine y política están estrechamente unidos. Se unen, como ya dijimos, por intención y accidente. Hacemos cine para influir y por eso lo llenamos de política. Hacemos cine porque conocemos su poder para alterar las ideas de la gente —sabemos, por ejemplo, que ver JFK provocaba un desencanto real en los espectadores y reducía su disposición para votar—. Queremos convencer a los demás; enseñarles el camino recto. Detrás de ese deseo no hay por qué buscar ninguna conspiración, ocurre simplemente que la mayoría de la gente cree que su forma de ver el mundo es la correcta.
Sin embargo, el cine no solo proyecta lo que sus autores pretenden. Uno coloca frente a la cámara sus ideas, un mensaje, un propósito, pero sin que nadie se percate el objetivo captura otras cosas. El cine y el arte está lleno de cosas que nadie puso ahí, pero que son el reflejo mudo de un mundo alrededor, sombras que solo se revelarán al proyectar. Cosas que pasan desapercibidas a su creador, a los primeros espectadores, y hasta generaciones enteras de espectadores; pero que una vez capturadas, permanecen.
Kiko Llaneras.2014