Los silbidos continuados a la selección española de fútbol en Brasil han dejado patente su verdadera naturaleza: Miedo a España. Aunque lo ha visto todo el mundo en el deporte (ahí están los gestos a Nadal, en Roland Garros), ese sentimiento existe en casi todas las esferas. Un académico noruego explicaba, hace pocos años, en una universidad danesa, la atención con la que seguía la innovación, la creatividad y las soluciones de los españoles en su campo que eran la informática, las telecomunicaciones y sus aplicaciones.
Otros países, competidores, han descubierto hace mucho el papel de la propaganda en esa competencia. Han empeñado tanto que hasta han convencido a algunos españoles de sus bondades y nuestros defectos, convirtiéndoles en una eficaz máquina de minarnos. En unas cuantas ocasiones, han puesto mucho dinero en esa tarea. ¿Es casual el apoyo económico y político extranjero -histórico y muchas veces determinante-a partidos separatistas como PNV o CiU?
Porque esos extranjeros saben mejor que muchos de nosotros que, con errores y aciertos, nuestra historia demuestra que unidos, en una causa común, somos invencibles. Esa realidad ha quedado demostrada a tal punto que puede decirse, con total honestidad, que sin España no sería posible entender la historia del mundo.
Bajo durísimas condiciones, el pueblo español sigue adelante. Lo ha hecho en circunstancias que hubieran hecho desaparecer a otros. Ha sufrido el terrorismo, la traición, el robo y quiere continuar adelante. A pesar de todos los pedantes y los que cobran por hacernos dudar de nosotros mismos, el español de a pie sabe que de su esfuerzo depende el futuro. Sabe, cada vez más, que es capaz de resolver los enormes problemas de hoy (como ya hicieron otros antes que nosotros) y ve a nuestro país en el grupo de cabeza de todos los sectores económicos, técnicos o culturales que nos ofrezcan el reto. Capaces de llegar a la cima como ya lo hacen nuestros ingenieros, nuestros médicos, nuestros aristas o nuestros deportistas, Aunque nos silben, nos intenten distraer o detener.
Es solo miedo.
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